Algo que es una realidad, es que las bodas en México se cuecen aparte. Hace relativamente poco vi un programa titulado “Bodas Espectaculares”… un título érroneo desde mi punto de vista, ya que yo le hubiera puesto “Bodas Espectacularmente Nacas y Cursis”, bueno, al menos eso me parecieron a mí y claro, ¿cómo no? después de ver los eventos tan increíbles como a los que he tenido la suerte de asistir, cualquier cosa parece un guateque sabatino casual.
Si, las bodas mexicanas generalmente están llenas de algarabías y excesos, y cierto es que en pocos lugares del mundo hay bodas tan increíbles e impresionantes como en nuestro país. Sin embargo, aun cuando me parecen divinas, divertidas, excéntricas e impresionantes, creo que los mexicanos (especialmente las damas) hemos perdido cierta proporción respecto a este tema. Me di cuenta de este factor el día que me escuche referirme a la boda de alguien como una boda increíble porque había sido «chica e íntima» (de 350 personas). O sea, ¿cómo? chico mi criterio! La boda de la hija del ex Presidente Clinton fue de 400 y fue todo un acontecimiento.
Antes una boda era en un salón o jardín, el número de invitados variaba pero bueno, se ofrecía buena comida, buen vino, buena música, y ¡párale de contar! Hoy en día se han puesto de moda una cantidad de cosas que, aunque hacen lucir el evento increíble, si creo que nos han mal acostumbrado: show, carrito de shots, cabina fotográfica, 15,000 accesorios, mesa de quesos, mesa de dulces, tornaboda, mesa de postres, fuegos artificiales, pinturas en vivo, inflables y resbaladillas, pantuflas, flip flops, flores traídas en refrigeración desde algún lugar exótico de las Américas, violinistas, pistas pintadas a mano, 45 testigos, patas de Jabugo rebanadas al tiempo, 20 pianos de cola durante la cena, danzantes, aves, trapecistas, en fin, todo un espectáculo digno de los Ringling Brothers, acompañado siempre, claro, de un gusto impecable.
No es esta una queja ni mucho menos una crítica, repito, creo que pocos países gozan de eventos tan increíbles y divertidos como lo son las bodas mexicanas, pero si es cierto que el mercado de las bodas cada día está más y más competido y si no quieres que tu boda caiga dentro de la temida categoría “equis”, tienes que al menos ofrecer algo de lo anteriormente mencionado (y como show no cuenta ser el más pedo de la fiesta)
En fin, si hiciéramos de las bodas un deporte (que falta únicamente legalizarlo, porque yo acabo como maratonista keniana después de una), seríamos medallistas olímpicos sin duda.